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La madre de mi jefe creo que quería pinga desde hace mucho tiempo. Cada vez que iba a su jato, ella me ofrecía juguito y me tocaba el hombro. Hoy me bajé el pantalón y no dudó en mamarme todita la pichula hasta el fondo. Su chucha estaba arrugada pero igual bien mojada. Cachamos en silencio para no incomodar a los del lado con los ricos gemidos que dan las flacas que prueban mi leche.